Antes de dejar la tranquilidad de la estancia y volver al
ruido de la ciudad hemos tenido tiempo de disfrutar un poco más las costumbres
gauchas en este precioso entorno. Nada más salir de la habitación nos hemos
encontrado esperando en la puerta a nuestros cinco amigos caninos, que no se
separan de nosotros salvo para incordiar a los pobres cerditos o perseguir a
alguna liebre. Por supuesto al desayuno no han entrado y se han quedado otra
vez custodiando la puerta.
Hemos desayunado relativamente temprano y la familia
americana probablemente estaba todavía durmiendo pero hemos disfrutado de la
compañía de Gonzalo, uno de los dueños de la estancia, que se ha sentado a
tomar café pero la interesante conversación le ha mantenido en la sala un buen
ratito. Nos ha aportado más datos y una nueva perspectiva sobre Argentina,
destacando especialmente el negativo desequilibrio que hay entre Buenos Aires y
el resto del país.
Al salir, el aire venía con aroma a parrilla y enseguida
hemos detectado el origen: un gaucho preparando brasas y cocinando carne para
el almuerzo.
El cocinero ha iniciado el proceso de conversar de la manera
tradicional, es decir, ofreciéndonos mate. Con mi cerebro trabajando de manera
predeterminada en modo “lógica”, he rechazado el mate pero no por ello he
querido expresar con ese gesto mi negativa a charlar, o eso espero. Susana, sin
embargo, con su mayor capacidad de adaptación, está funcionando en modo
“costumbres” y ya ha comprendido que conversar y el mate van unidos, por lo que
ha aceptado probarlo.
En esta ocasión, hemos sido los que más hablábamos porque el
tema ha girado alrededor de España y los españoles. El gaucho se ha mostrado
muy interesado en descubrir cosas de nosotros y ha confesado que le gustaría
visitar España, especialmente el sur, por su afición a la guitarra y
predilección por artistas como Diego “el Cigala”. De hecho, él mismo iba a
cantar hoy después de comer, pero nosotros, desafortunadamente, ya no podríamos
presenciarlo.
CABALLOS Y CASA DEL POETA
Hemos tenido que dejar la conversación porque ya estaban
preparados de nuevo los caballos para nuestro segundo paseo, esta vez algo más
larga y por una ruta diferente. Los perros nos han acompañado en todo momento,
como el sol y el calorcito. Hoy Susana ha cabalgado a Rubio y yo a Osvaldo. La
yegua que le ha tocado a uno de los chicos estadounidenses es nueva y no está
del todo adaptada y a mitad de camino se ha puesto vacilona, creo que le quería
atizar a mi pobre Osvaldo que no se metía con nadie. El guía gaucho le ha
cambiado el animal al chico porque la cosa se estaba poniendo un poco fea, como
cuando ves que un portero de discoteca no deja entrar a un chulito y el chulito
se pone gallito, y tú sabes que se puede acercar una ensalada de mamporros.
Afortunadamente, todo el mundo sabe que a un gaucho, como a
un murciano, nadie se la mete “doblá”, así que todo ha ido mejor desde el
cambio. A Susana, por cierto, le ha tocado el más glotón -¡qué casualidad!- y
continuamente paraba y agachaba la cabeza para arrancar hierbas y comer.
Y ya con la última empanada, la de la despedida, en la mano
hemos visitado la casa de la estancia donde se alojó durante un tiempo un
conocido poeta que escribió sobre los gauchos y que fue el abuelo de Lourdes,
una de las dueñas de la estancia.
Esta corta excursión a San Antonio de Areco ha sido una
auténtica experiencia que nos llevamos bien grabada. La cercanía a la
naturaleza, la tranquilidad, la sencillez de la gente… un recuerdo inolvidable.
Pero el plan de viaje no puede ser cambiado, salvo que
aceptes perder dinero de noches de hotel o transporte ya contratado, así que
hemos regresado a la city. El resto del día lo hemos dedicado a Puerto Madero y
a la parte de San Telmo que hemos cruzado para llegar allí, como la calle de
las historietas, donde puedes encontrar figurar de personajes de comic famosos
en Argentina. Evidentemente, Mafalda se lleva la palma y además su figura está
en un banco y te puedes sentar junto a ella.
Puerto Madero es una zona moderna donde los diques han sido
rodeados por un lado de rascacielos y por otro de facultades universitarias y
decenas de restaurantes y otros servicios. El entorno está muy bien cuidado y
sólo tiene el pero de contar con un “calatravazo”, es decir, una nueva muestra
más de cómo este tipo se ha hecho rico a base de engañar a políticos con su
supuesto talento. Pensaréis lo mismo que yo cuando veáis la foto donde se debe
apreciar que su pasarela está inspirada en un hombre y una mujer bailando tango
(!!!).
El paseo es muy largo e invita a ser recorrido en ambas
márgenes de los diques, así que nos dimos una buena paliza a andar. Aunque creo
que lo hicimos de buena gana porque teníamos pensado cenar en uno de los
mejores restaurantes de la zona y quisimos ganarnos con esfuerzo físico el
premio de cenar allí. El sitio se llama “Cabaña Las Lilas” y según la guía hace
la mejor carne de Buenos Aires.
Ya sé que me nos vamos a llevar muchos insultos y algún ritual
vudú por esto, pero tengo que decirlo: malditos hijos de la gran puta,
pelotudos, la concha de su madre, ¡qué buena estaba la carne! Hemos deducido
que si es la mejor de Buenos Aires, probablemente sea la mejor de Argentina y,
por tanto, la mejor del mundo. A mí personalmente me da igual todo eso,
prefiero quedarme con que el lomo de la brocheta de Susana es la mejor carne
que he probado y que tal vez pruebe en toda mi vida. Para terminar nos han
traído un obsequio, una botellita de limonchello que casi nos hemos pimplado
entre risas de vergüenza y al mismo tiempo de poca vergüenza.
Bastante contentillos, nos hemos ido a tomarnos el postre a
una conocida heladería muy cercana. He de confesar que los helados no se
disfrutan igual cuando estás más tiempo riéndote por el alcohol que saboreando
el helado. Pero bueno, las risas son más importantes.
Antes de llegar al hotel nos hemos encontrado esta simpática
figura en la acera y Susana y yo nos hemos puesto a ensayar hasta que nos ha
salido a la perfección mientras tarareábamos “Por una cabeza”. Creo que ya
sabemos todo lo que hay que saber del tango, jajajaja.
Luismi
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