A las 9 menos cinco vienen a recogernos a nuestra nueva casa, una cabañita muy coqueta. Pensábamos que vendrían a las 9, así que, corriendo, dejamos la ropa sucia en una bolsa y le dejamos una nota a la chica de la limpieza.
Nos metemos en un minibús donde nos encontramos con turistas
de todas partes de América: Estados Unidos, Venezuela, Colombia, Argentina…
Empezamos lo que se llama “circuito chico”, una excursión
típica para hacerse una idea de lo son los alrededores de Bariloche. Creo que
cometimos el error de contratar la excursión, en lugar de hacerla por nosotros
mismos. Digo error porque cada vez me gusta menos sentirme dentro de un rebaño
de turistas. Pero claro, cuando tienes poco tiempo, a veces te dejas engatusar,
prefieres no pensar y que te lleven a todos sitios. No obstante, el circuito es
hermoso, como dicen por aquí.
La primera parada es para subir en el telesilla que va a
Cerro Campanario. Las vistas son chulísimas, se ven los lagos, las montañas de
fondo, muy bonito. Los fotógrafos profesionales hacen fotos a los turistas para vendérselas después.
Hoy estoy especialmente atenta a la flora y la fauna del
lugar, sobre todo a la flora. Ayer dejamos la descolorida flora de El Calafate,
donde abundaban arbustos con pocas ganas de hacer la fotosíntesis. Aquí se nota
más todavía que estamos en primavera. Abunda un arbusto que se llama retama y
que inunda todo de color oro. Es de origen europeo, por lo que lo consideran
plaga.
Otra formación muy típica es el llao llao, que es un hongo
que crece en los coihues (árboles autóctonos). Este hongo provoca que el árbol
se proteja con unas protuberancias muy características. Llao llao significa
“muy dulce” o “muy rico” en la lengua de la población nativa. Según el guía, lo
de dulce es muy relativo, ya que los nativos no habían probado el goloso dulce
de leche. Con las protuberancias hacen bonitas artesanías.
Volviendo al cerro Campanario, también me estoy fijando en
la fauna. Obsérvese aquí a dos buenos pájaros.
Seguimos el circuito pactado, paramos en el hotel Llao Llao,
uno de los más lujosos de la zona. Aunque es monumento arquitectónico nacional,
no nos permiten ni bajarnos del bus. Es el castigo por turistas comodones y
pobres.
La siguiente parada es una bonita capilla que está cerrada
por ser lunes.
La última parada, como no podía faltar en un circuito
organizado, es en una fábrica de cosméticos de rosa mosqueta. Suplico para que
sea breve y alguien en el cielo oye mi rezo, por lo que entramos, nos dan una
charleta mosqueta y salimos por patas pero con las manos superhidratadas.
El autobús nos deja en Puerto Pañuelo, desde donde tenemos
que coger un barco para emprender una excursión lacustre (que significa “por
los lagos”) por el lago Nahuel Huapi. Estaba contenta de deshacerme de los 15
turistas que nos acompañaban, empiezo a preocuparme por mis pensamientos
antisociables.
Entonces comienza la expedición “Cau Cau”, un catamarán para
unos 200 amigos íntimos, de los cuales Luismi y yo bajamos la media de edad.
Para amenizar el viaje, contamos con 3 guías animadores que tratan de hacerse
los graciosetes con los viejitos. Me sorprendo riéndome de vez en cuando. Es el
momento de quedarme frita y que esto pase cuanto antes. Cau Cau significa
“gaviota grande”, efectivamente, alrededor del barco vemos aproximarse unos
gaviotones que dan miedo. ¿Para qué vienen las gaviotas al Cau Cau? Pues para
que los turistas se hagan una foto dándoles de comer. Mientras, disfrutamos del
precioso color turquesa del lago.
Por fin llega la primera parada en el bosque de arrayanes.
Allá que vamos los 150 en fila india, cual borreguitos por las pasarelas del
bosque. El resto ha decidido hacer el circuito de 100 metros a una cabañita. El
bosque de arrayanes es precioso, los árboles son nativos y el tronco tiene un
bonito color canela. Algunos árboles tienen barba de viejo, que es lo que
explica que algunos árboles sean peluditos como los que vimos en El Calafate,
cuanta menos contaminación más barba. Voy bien atenta a la flora y observo unas
florecillas pequeñitas ¿serán orquídeas? Pues sí, luego me entero que son
“palomitas”, que son un tipo de orquídea. Termina el recorrido en una cabañita
de madera muy coqueta, que la llaman la casita de Walt Disney ¿verdad o reclamo
turístico?
Volvemos al Cau Cau, del cual estoy hasta el chouchou y nos
dirijimos a Isla Victoria. Nos unimos al grupo de Satzy, una guía muy didáctica
que nos hace un recorrido por la isla explicándonos muchos detalles sobre su
breve historia y cómo desde sus orígenes, la isla ha servido de campo de
experimentación para plantar especies exóticas de todas partes del mundo. Con
buen criterio, ahora quieren talar los pinos y plantar árboles de aquí. Sin
embargo, las sequoias se quedan. Satzy, antigua maestra del pueblo, termina el
recorrido con un minuto de silencio para sentir los sonidos y olores de la
naturaleza.
Nos despedimos del Cau Cau y de las tonalidades turquesa del
lago.
Nos paseamos un rato por Bariloche y nos encontramos los
árboles con estos bonitos vestidos de punto. Temblad, árboles murcianos, mi madre es una fiera con el punto.
Luego, nos vamos a cenar a un restaurante que se llama Jauja,
cocina típica de por aquí: trucha y ciervo. Terminamos en la heladería con
mismo nombre: Jauja, una modesta heladería artesanal que tiene fama de tener
los mejores helados de Argentina. Damos fe de que son exquisitos, aunque
nos vemos obligados a tener que seguir probando helados para decidir si son los mejores o no.
Susana
Susana,
ResponderEliminaros sigo día a día vuestro diario. Gracias por compartir vuestras vicencias. De algún modo nos hacéis sentirnos compañeros de viaje. Disfrutad al máximo todo lo que podáis. Un abrazo muy fuerte a los dos.
Hola Javier!
ResponderEliminargracias a ti por seguirnos, nos hace mucha ilusión. Es cierto, nosotros también tenemos la sensación de que estáis con nosotros.
Un abrazo!
Lo que tenéis que hacer es veniros ya, acho pijo huevos, qué es eso de un viaje de novios de tres semanas en plena crisis?
ResponderEliminarNo tenéis corazón?
No veis que nos dais envidia?
;-) Ya en serio, volved que os echamos de menos
Salvi