lunes, 29 de octubre de 2012

Día 2. Buenos Aires - Puerto Madryn


Nuestro primer acercamiento a Buenos Aires ha sido bastante breve pero hemos salido beneficiados porque ha empezado un temporal de lluvia a nuestra marcha de la ciudad. De hecho, por poco no tenemos que salir nadando de allí, por lo que hemos oído después en las noticias. Lo que sí sufrimos, debido a las lluvias, fue un breve corte de luz y agua justo cuando nos despertamos para dejar el hotel. De haberse prolongado nos habría impedido nuestra urgente desinfección que ya empezaba a ser hasta visible.

En esta ocasión hemos volado desde Aeroparque, en un vuelo doméstico, y el retraso ya no nos ha sorprendido, los asumimos con naturalidad y nos sentamos a leer o escribir. Con los periódicos locales nos hemos hecho una rápida idea de los temas de actualidad en este país que, lamentablemente, giran en torno a la maldita economía, como en casi todos los rincones del globo.

Casi como si estuviéramos drogados, el vuelo transcurre entre risas por dos motivos. Por un lado, justo detrás nos toca una pareja de estirados turistas de la Europa “rica” que nos da toques de atención a cada rato. Que reclinamos nuestro asiento 3 grados, toque de atención; que bajamos la cortina de la ventanilla, toque te atención. Probablemente Salva se esté acordando ahora mismo del “golpe de remo”. Cada vez que notábamos sus manos en nuestros hombros, nos entraban la risa y unas inexplicables ganas patriotas de seguir metiéndoles el dedico en el orto.

El otro motivo es mucho más surrealista. (Paréntesis absurdo) Resulta que un pequeño arácnido nos ha acompañado todo el vuelo colgado de la ventanilla de nuestra fila. La hemos llamado “Arañeja del Calafate” porque al parecer es originaria de este lugar y volvía de regreso para celebrar halloween con los suyos. No le han dado bocadillo y nos hemos quejado por ello. (Fin del paréntesis absurdo)

Ya en Puerto Madryn, nos hemos instalado en un hostel regentado por un francés y hemos salido a explorar los alrededores. Nuestro destino inicial ha sido el paseo marítimo, lugar de recreo de los lugareños, que pasean con sus termos colgados del hombro y se reúnen por allí a tomar mate.

 

No sólo es la parte más bonita de Madryn sino que además tratábamos de localizar a Marcelo, un conocido de nuestra amiga Irene. Trabaja en una escuela de buceo y, con sus compañeros de trabajo, nos han recibido muy bien, con sentada y charla en torno al mate incluidas. Nos ha ofrecido una selecta excursión para nadar con lobos marinos pero nos ha sido imposible aceptarla por falta de tiempo. También nos ha dado mucha información y sugerencias que le agradecemos enormemente.

El olor a mar ha sido probablemente la mejor sensación con que nos ha recibido Madryn. Esa mezcla de aromas de agua salada, arena mojada y algas que inconscientemente nos ha transportado durante el paseo a nuestras playas en Murcia.


Descartadas las generosas ofertas de Marcelo, nos hemos dispuesto a contratar una excursión organizada para mañana por Península Valdés y a buscar un lugar para cenar. Con antojo de marisco nos hemos dirigido a unos de los restaurantes más populares del lugar, que no necesariamente de los más caros en este caso, y allí hemos tomado una rápida cena luchando contra el sueño. Yo por mi parte, mientras nos preparaban los platos, he decidido unilateralmente siestear con disimulo y sólo los flashes de la cámara en manos de Susana me han espabilado un poco, como se puede comprobar en mi cara en esta foto…


El camarero nos ha taladrado las orejas con su palique, que resultaba más o menos gracioso, pero nosotros estábamos con más ganas de terminar de cenar e ir a dormir que de seguirle el rollo, así que hemos acabado con las raciones con urgencia y nos hemos despedido sin querer mirar atrás.

De camino a casa, teníamos la mente más en la excursión del día siguiente por Península que en los recuerdos que nos ha sumado Madryn, que no han sido demasiados. Pero nos hemos llevado una última y grata sorpresa al asomarnos casi por casualidad de nuevo al paseo marítimo y observar que había una enorme luna llena emergiendo del horizonte mientras dejaba su reflejo en el mar oscuro como la noche.


Luismi.

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